R. Díaz Maderuelo - J. M. García Campillo - C. G. Wagner - L. A. Ruiz Cabrero - V. Peña Romo - P. González Gutiérrez

PROXIMO ORIENTE. Mito, religión y demografía

Carlos G. Wagner

Si bien la falta de datos no permite una aproximación rigurosa a la evolución demográfica en el Próximo Oriente Antiguo, si es posible en cambio establecer una serie de premisas básicas que nos ayudarán a caracterizar globalmente la situación, tanto desde una perspectiva sincrónica como en diacronía. En general, se advierten dos líneas distintas de evolución demográfica, una de desarrollo lento, propia de los ambientes rurales y las comunidades agrícolas, y la otra, de desarrolló rápido, característica de los centros urbanos. La primera resulta por lo común más estable, mientras que la segunda suele ser afectada por crisis estructurales o de crecimiento que parecen darse con una periodicidad de aspecto un tanto cíclico.

Los factores que condicionaban la evolución demográfica eran por lo demás de muy diversa índole, y entre los mismos destacaban por su importancia la propia capacidad de sustentación del medio, que estaba a su vez en relación con el grado de eficacia tecnológica, los modos sociales de organización productiva, y el nivel de deterioro medioambiental (deforestación, salinización), así como la corta duración media de la vida, que se cifraba en unos 30/35 años, las guerras y las migraciones. Todo ello no debe hacernos albergar la imagen de un Próximo Oriente infrapoblado, aunque si es cierto que la población se concentraba de forma preferente en las zonas urbanas, permaneciendo amplios espacios ocupados por una densidad de población muy baja, sobre todo en las zonas semiáridas recorridas por los pastores nómadas y en las montañas, sino que por el contrario hubo momentos en que la presión demográfica llegó a actuar como un factor de considerable incidencia que necesitaba ser regulada de alguna forma, como se aprecia en algunos mitos mesopotámicos en los que la elite sacerdotal pone en boca de los dioses las consecuencias desastrosas de una superpoblación y las medidas necesarias para evitarlas.

También hubo, por supuesto, coyunturas históricas en que la despoblación se presentaba como el factor dominante. El final de la Edad del Bronce fue uno de esos periodos, caracterizado por la caída del crecimiento demográfico y la despoblación. Las crisis económicas y políticas, las hambrunas, epidemias y guerras incesantes constituyeron casi siempre el telón de fondo.

Demografía y ecología (capacidad de sustentación del medioambiente) nunca se ajustan mecánicamente, sino a través de las realidades socio-culturales elaboradas por los seres humanos. La explotación, el acceso desigual a los recursos y a las oportunidades básicas de subsistencia, la pobreza y la servidumbre constituyen otros tantos elementos que han de ser tenidos en cuenta.

La mitologia mesopotamica contiene curiosas ideas sobre demografía, expresadas en las cosmogonias y en los mitos sobre el origen de la humanidad. Según el pensamiento sumerio, el cielo -An- y la tierra -Ki-, estrechamente unidos en una montaña cósmica engendraron a los grandes dioses -Annunaki-, y se separaron por obra de Enlil, que asignó el cielo a An y el mundo inferior a Ereshkigala, quedándose él con el dominio de la tierra. Enki habría, por lo demás, distribuido sus funciones a los restantes dioses. Según una tradición procedente de Eridu, el hombre fue creado de barro por la diosa Nammu, ayudada por su hijo Enki. De acuerdo con otra propia de Nippur, fue Enlil quien hizo un hoyo en la tierra de donde surgieron los primeros hombres. En el relato sumerio del Diluvio se alude a la creación del hombre por los dioses An, Enlil y Ningursaga. La misma idea de que el hombre fue creado para el servicio de los dioses encontramos en las tradiciones acadias. Una de ellas atribuye su creación a la diosa madre Nintu, que lo modeló en el barro que le trajo Enki. En otras ocasiones la creación de la Humanidad tuvo como principio la muerte de algún dios, con cuya sangre se crearon los primeros dioses:

Llamaron a la diosa..., la sabia Mamí:
'Tú eres el seno materno, tú la que crea la humanidad.
Crea, pues, al salvaje para que lleve el yugo...’
Abrió la boca, diciendo a los dioses:
A mí compete hacer cuanto sea conveniente...'
Enki abrió su boca, diciendo a los grandes dioses:
'Den muerte a un dios, que los dioses queden justificados en el juicio.
Que con su carne y sú sangre mezcle Ninhursag la arcilla.
Dios y hombre... en el... en la arcilla”

En otra ocasión son dos divinidades las sacrificadas:

“Después que el cielo fue separado de la tierra
(y) que las divinidades originarias habían aparecido,
después que la tierra fue situada, que la tierra fue instalada,
después que los dioses habían establecido las reglas del cielo y de la tierra,
después que (ellos) para corregir los diques y canales
habían (es)tablecido la orilla del Tigris y del Eufrates,
entonces tomaron asiento An, Enlil, Utu (y) Enki,
los grandes dioses,
(y) los Anunnaki, los grandes dioses,
en el encumbrado santuario que había sido levantado con temor,
(y) hablaron entre ellos:
`Ahora que se han establecido las reglas del cielo v de la tierra,
(y) que para corregir los diques y canales,
ha sido (establecida)
la orilla del Tigris y del Eufrates
continuó diciendo Enlil—
¿Qué queréis hacer ahora? ,
¿Qué queréis crear ahora?,
oh Anunnaki, grandes dioses,
¿Qué queréis hacer ahhora?
¿Qué queréis crear ahora?´.
Los grandes dioses, que estaban allí,
(y) los Anunnaki, que deciden el destino,
ambos respondieron a Enlil acerca de aquello:
`En Uzuma de Duranki
queremos matar a dos dioses-Lamga ,
para que su sangre permita aparecer a la humanidad;
que su trabajo sea el trabajo de los dioses:
que ellos mantengan para siempre la zanja limítrofe,
que coloquen en sus manos la azada y la cesta,
que (para) los templos de los grandes dioses,
que es apropiado a un santuario encumbrado,
alinden campo con campo,
mantengan para siempre la zanja limítrofe,
corrijan el dique, mantengan (la zanja limitrofe)
(...) a plantas de todas las clases
dejen desarrollarse,
lluvia, lluvia (...),
mantengan la (zanja) limítrofe,
alimenten los montones de cereales,
...
que ellos dejen desarrollarse el campo de cereales de los Anunnaki
que ellos propaguen la inundación por el país,
que (festejen) convenientemente las fiestas de los dioses,
que rocíen agua fría
(en) la gran estancia de los dioses, que es propia de un santuario encumbrado.
(A) Ulegarra y Annegarra
tú les llamarás´.
El que buey(es), oveja(s), animales, pec(es) y pájaros,
la inundacion del país, propaguen,
Enul y Ninul
lo resolvieron con sus bocas puras.
Aruru, que es apropiada para el señorío materno,
proyectó las grandes reglas.
Que lo conocido de lo conocido, lo desconocido de lo desconocido,
-aparecieron de la tierra como cebada—
es algo que no se alterará, (así como) las eternas estrellas del cielo.
Para que ellos (festejen) convenientemente
las fiestas de los dioses, día y noche,
(para ello) las grandes reglas habían sido
proyectadas.
Por An, Enlil,
Enki (y) Ninmah,
los grandes dioses,
en el lugar en que ellos crearon a la humanidad,
ciertamente Nisaba, fue instituida como señora”.

Esta diversidad de tradiciones relativas a la creación en época sumeria puede interpretarse como el resultado de la convivencia de un sustrato ctónico, propio de los agricultores sedentarios, y uno cósmico que correspondería a los pastores nómadas. Pero también se puede interpretar como la consecuencia de la pluralidad de tradiciones propia de un contexto político diversificado, con sus respectivos templos, divinidades y elaboraciones sacerdotales.

En cualquier caso, todas comparten la idea de que los hombres fueron creados para servir a los dioses, en el sentido más literal, en concreto para ahorrarles trabajo, ya que antes los dioses trabajaban como luego lo harían por ellos los humanos: pero éstos se multiplicaron de tal manera, volviéndose ruidosos y perturbadores, que los dioses decidieron finalmente exterminarlos enviándoles un diluvio. Un solo hombre, llamado Ziusudra en un tradición, Utanapishtim y Atrahasis en otras, fue avisado por Ea y pudo salvarse construyendo un barco en el que se refugió junto con su familia, sus obreros, ganados y animales salvajes.

El papel del templo.
“El templo permanecía como la expresión de la identidad comunal, y su responsabilidad hacia la comunidad se expresa nítidamente en la especificación del Código de Hammurapi de que debería pagar el rescate por los miembros de la aldea que hubieran sido capturados. Con su sagrada inviolabilidad y su continuidad, constituía el lugar más seguro para el almacenamiento de riqueza, y podía servir a la comunidad como banco: en Ur el templo de Nanna proporcionaba al menos parte del capital comercial para los ınercaderes de Tilmun durante Ur lll y en época paleobabilónica, mientras que en Assur parece como si los mercaderes dedicaran formalmente parte de sus beneficios a los templos con el fin de volver a usarlos como una especie de capital inviolable. La conciencia social de los templos emerge con la mayor claridad en el caso de un pequeño templo dedicado a Sin en el ınontículo paleobabilónico en Khafajah. Aquí, al igual que en el templo de Samas en Sippar, algunos de los préstamos de cebada concedidos a particulares carecen del habitual interés de un tercio, lo que implica un papel como vecino caritativo en época de hambre. Más patéticos resultan unos pocos documentos de venta (cfr: R. Harris, “The archive of the Sin Temple in Khafajah”, JCS, 9, 1955, pp. 31 ss) en los que el sumo sacerdote del templo compra niños, resultando expresivo que no se especifique el precio: parece tratarse de un caso en el que el templo asume bocas extra que alimentar al no poder mantenerlos sus familias, y refleja una larga tradición según la cual los templos recogían a los rechazados e inadaptados de la sociedad -huérfanos, hijos ilegítimos...” (J. N. Postgate, 1999, p. 169).

El templo actuaba en el plano práctico como una importante unidad de producción y distribución, pero también como una agencia de regulación y control. Esto parece haber sido especialmente importante, al menos en algunos periodos, en relación a los problemas demográficos. El Poema de Atrahasis contiene una versión del Diluvio, tras el cual la humanidad vuelve a crecer y los dioses, molestos, deciden enviar por boca de Ea toda una serie de plagas -entre las que figuran el celibato, la esterilidad y los demonios que atacaban a las embarazadas y parturientas- para atajar la superpoblación (Kilmer: 1972).

A través del censo, fortalecido por la costumbre de ofrecer un sacrificio por cada hijo nacido, y de los rituales fúnebres, el templo disponía de información pertinente de lo que hoy llamaríamos evolución de la población (natalidad/mortalidad). Esta información parece haber sido utilizada con el fin de influir en los comportamientos demográficos, al menos de dos maneras, mediante la justificación de costumbres, usos y creencias o supersticiones que permitían prácticas antinatalistas, y por medio del infanticidio encubierto. Este último podía realizarse, habida cuenta de que el nacimiento era un hecho mucho más social que biológico, que se producía algunos días después del alumbramiento, invocando la participación de demonios específicos, como Pashittu o mediante un sacrificio, como en el caso del molk. Se trataba entonces de un infanticidio ritualizado, que no ha logrado ser bien comprendido por los estudiosos que lo han confundido con un sacrificio humano, lo que ha producido una corriente de notable escepticismo al respecto.

Curiosamente, al igual que ocurre en Fenicia, el contexto histórico en que se produce el auge del molk entre los israelitas se encuentra también significativamente caracterizado por una situación de sobrepoblación -que se manifiesta incluso en el crecimiento urbano de Jerusalén-, todo lo cual está apoyado por los hallazgos arqueológicos, y como consecuencia muy probable de la llegada de refugiados ocasionada por la guerra en el reino del norte (Ahlström, 1982: 78 ss, Lipinski, 1988: 160).