R. Díaz Maderuelo - J. M. García Campillo - C. G. Wagner - L. A. Ruiz Cabrero - V. Peña Romo - P. González Gutiérrez

Celibato y prostitución en el Próximo Oriente

Carlos G. Wagner

Los distintos grupos sociales no se encontraban en idénticas condiciones ante las tensiones reproductivas, por lo que las soluciones que podían adoptar diferían notablemente. Un claro ejemplo de la situación de las mujeres de la élite social en Mesopotamia corresponde a las sacerdotisas naditu, muy numerosas en el periodo paleobabilónico. Hijas del rey y de los altos dignatarios, funcionarios de la administración real y sacerdotes, las naditum ingresaban en el templo al que aportaban una rica dote. Dentro del recinto del mismo, guardado por un muro que como en Sippar los sucesivos reyes se encargaban de restaurar, residían en sus propias casas, si bien contaban con instalaciones que, como el comedor, eran comunales (Harris: 1963, 124 ss). Podían casarse, pero no les estaba permitido tener hijos, lo que significaba que a su muerte la dote volvía a la familia de su padre. En vida disponían ámpliamente de su patrimonio, realizando negocios, concediendo préstamos, a fin de acrecentarlo y utilizar las ganancias en su mantenimiento y en el servicio de los dioses. Desempeñaban cargos importantes en la administración del santuario y a menudo las encontramos ejerciendo como escribas.

En un contexto muy distinto al de las gentes humildes, las familias poderosas no veían con buenos ojos como su riqueza podía dispersarse con las dotes que sus hijas llevaban al matrimonio, motivo por el que muchas de ellas ingresaban como sacerdotisas en los templos. Probablemente tal fue el origen de las naditu.. La institución de las naditu "tenía la función económica de hacer que una joven permaneciera soltera hasta su muerte, momento en que su parte de la propiedad familiar revertía en su misma familia" (Harris: 1975, 307). Ciertamente una naditum podía casarse, pero no le estaba permitido tener hijos, con lo que la dote no pasaba a la familia del marido. Aunque la ley les reconocía la capacidad de heredar y de dar su herencia a quienes ellas quisieran, constituía una potestad del padre decidir al respecto.

En el Código de Hammurabi podemos leer lo siguiente:

"Si una mujer entum, una mujer naditum, o una mujer zikrum, a la que
su padre le entregó una dote y la escribió en una tablilla, si en la tablilla
que escribió no estipuló que ella podría dar su herencia a quién le pare-
ciera bien y no le dio por ello plena satisfacción, después que el padre haya
muerto, sus hermanos tomarán su campo y su huerto a cambio de entre-
garle cereales, aceite y vestidos proporcionalmente al valor de su parte, par-
te, cuidando así de su holgura. Si sus hermanos no le han entregado cerea-
les, aceite y vestidos proporcionalmente al valor de su parte y no han cui-
dado de su holgura, ella puede entregar su campo y su huerto al arrenda-
tario que le plazca y su arrendatario la mantendrá. Del campo, del huerto
y de todo lo que su padre le haya asignado por escrito conservará el usu-
fructo mientras viva; no podrá venderlos, tampoco podrá tomar a otro
como heredero; su herencia revertirá exclusivamente a sus hermanos".
(CH, 178 ).

Las entu y las zikru constituían así mismo otro tipo de sacerdotisas, de alto y bajo rango respectivamente, a las que se aplicaban estas mismas normas. De esta forma el infanticidio preferencial femenino en el seno de las familias de la elite, práctica bien documentada en otros lugares, fue sustituido en gran medida en Mesopotamia por el celibato de muchas mujeres de clase alta.

En el otro extremo de la sociedad las prostitutas, cuyos hijos eran abandona-dos o víctimas del aborto y el infanticidio, tampoco contribuían mucho a la reproducción, aunque, en general, ello se debía a la utilizacióm más frecuente de prácticas sexuales no reproductivas por tales mujeres. En efecto, una prostituta, no podía permitirse frecuentes embarazos que la privarían de su trabajo durante varios meses, mientras que abortar consecutivamente ponía en serio peligro su vida. Si decidía tener hijos era mejor hacerlo con alguién dispuesto a cuidarlos, como leemos en el Código de Lipitishtar:

"Si un hombre cuya mujer no le ha dado hijos tiene hijos de una prostitu-
ta de la plaza, deberá contribuir al mantenimiento de la prostituta con ceba-
da, aceite y lana; los hijos que la prostituta le ha dado son sus herederos,
pero la prostituta no vivirá en la casa con la esposa" (CL, 32).

En cualquier caso la ley impedía que la prostituta se convirtiera en esposa legítima:

Si un hombre joven casado entra en relaciones sexuales con una prostitu-
ta de la plaza, (y si) los jueces le han ordenado que no debe volver con la
prostituta, (si) después él se divorcia de su primera esposa, deberá entre-
garle el precio del divorcio: no podrá tomar por esposa a esta prostituta”.
(CL, 35).

En un viejo poema sumerio (Enki y Ninmah ) se describe la creación de una serie de seres defectuosos, entre ellos “la mujer esteril” a la que se asigna como destino ser prostituta:

El...Ninmah hizo una mujer incapaz de parir.
Enki, viendo a esta mujer incapaz de parir,
decidió su suerte y la destinó a vivir en el gineceo
(cfr: S.N. Kramer, The Sumerians, Chicago, 1963, pp. 149 ss)

en lo que se ha considerado como “un posible reflejo de la observación de patologias infecto-contagiosas urogenitales” (Pangas, 1990, p. 215, n. 18). Algún presagio paleobabilónico insiste, por su parte, en los efectos negativos de frecuentar a las prostitutas:

Si un hombre tiene la costumbre (¿de tener relaciones sexuales?) con una
prostituta en la calle... ya sea la (enfermedad) ‘mano’ del dios, ya sea la
(enfermedad) ‘mano’ del rey lo alcanzará”.
(trad. J. C. Pangas)

La situación de las prostitutas, que desde época sumeria se encontraba asociada a los servicios religiosos del templo, se fue degradando con el tiempo hasta equivaler en la práctica a la de la esclava, como consecuencia de la regulación estricta de la sexualidad de las mujeres de las clases propietarias y la introducción paralela de la prostitución comercial. Parece que esta última era tan antigua como la prostitución sagrada, no obstante las prostitutas comerciales (rameras) tenían reconocidos sus derechos y gozaban de protección ante la ley. El desarrollo bien temprano de la esclavitud femenina, que permitía emplear a las cautivas en burdeles con fines comerciales, y la degradación de las condiciones económicas de las familias humildes, alimentaron otras tantas fuentes de la prostitución.

Según G. Lerner (1990) pp: 204 ss: “A mediados del primer milenio a. C., si no antes, existían dos tipos de actividad sexual que se realizaban en o cerca de los templos: los ritos sexuales que formaban parte de los rituales religiosos y la prostitución comercial. Los templos, igual que las iglesias medievales, eran el centro de una gran variedad de actividades comerciales. Alrededor del templo podían verse hombres y mujeres que se prostituían pues era allí donde estaban los clientes. Probablemente había una relación de espacio entre templo y prostitución comercial. Esta relación causal, o sea, que la prostitución surgió a las afueras del templo, que los historiadores dan por sabida, es menos obvia de lo que se ha creído.

Hay algunas evidencias lingüísticas que podemos estudiar para intentar comprender el desarrollo de la prostitución. Kar.kid, la palabra sumeria para prostituta, aparece en las primeras listas de oficios del período antiguo de Babilonia, en c. 2400 a.C. Puesto que se menciona justo después de nam.luku, que significa «comunidad de naditu», cabe suponer que estaba vinculada con el servicio al templo. Es interesante que el término kur-garru, un hombre que se prostituye o un travestido, aparece en las mismas listas pero entre los artistas. Tiene que ver con una práctica ligada al culto de Ishtar, en la que los travestidos realizaban el espectáculo de lanzar cuchillos al aire. En la misma lista encontramos las siguientes ocupaciones para mujeres: doctora, escriba, barbera y cocinera. Obviamente, la prostitución está entre las primeras profesiones, pero no hay pruebas de que fuera la más antigua (cfr: «Old Babylonian Proto-Lu list», B. Landsberger, E. Reiner, M. Civil, eds., Materialsf or the Sumerian Lexicon, val. 12, Roma, 1969, pp. 58-59)

Las prostitutas siguen apareciendo en varias listas de oficios posteriores durante el período babilónico medio. En una lista del siglo V a.C. aparecen diversas animadoras así como travestidos, comadrona, enfermera, hechicera, nodriza y «una anciana dama de pelo cano». Las prostitutas figuran nuevamente como ker.kid y harimtu, el término acadio. Resulta interesantísimo que entre los 25 escribas de la lista no haya ninguna mujer y que los doctores no incluyan ninguna representación femenina (Ibid., Canonical Series lu-sha, pp. 104-105.)

Las referencias más antiguas en los textos de las tablillas conectan a las harimtu con las tabernas. Incluso hay una frase que dice «cuando estoy sentada a la entrada de la taberna yo, Ishtar, soy una amorosa harimtu» (Assyrian Dictionary of the Oriental Institute of the University of Chicago, Chicago, 1968, val. 6, pp. 101-102.). Esta y otras alusiones han llevado a asociar a Ishtar con las tabernas y la prostitución ritual y comercial.

La existencia de varios grupos profesionales ligados con el servicio sexual religioso y la prostitución comercial no informa apenas de qué significado tenían estas ocupaciones a los ojos de los contemporáneos. Podemos intentar saber algo si nos vamos al primer poema mítico conocido, la Epopeya de Gilgamesh. El poema, en el que se narran las hazañas de un mítico dios- rey, que en realidad vivió a inicios del tercer milenio a.C., ha sobrevivido en versiones distintas, la más completa de las cuales es la acadia, basada a su vez en la versión sumeria, y escrita sobre 12 tablillas a inicios del segundo milenio a.C. En el poema, la conducta agresiva del héıoe ha disgustado a sus súbditos y los dioses:

"Noche y día [da rienda suelta a su arrogancia] ...
¡Gilgamesh no se detiene ante la doncella,
la hija del guerrero, la esposa del noble!"

Los dioses crean un hombre, «su doble», para que luche contra Gilgamesh. Este hombre salvaje, Enkidu, vive en armonía con los animales en los bosques. «No conoce ni personas ni tierras.» Después de que Enkidu es descubierto por un cazador, y huye, éste busca consejo para amansarle. Se le dice que le lleve una harimtu. El cazador la lleva al bosque y le dice lo que ha de hacer:

"... y él [Enkidu] poseyó su madurez.
No se mostró vergonzosa cuando recibió su ardor.
Despojóse de las ropas y él yació sobre ella.
Le mostró al salvaje la tarea de una mujer
mientras el amor de él la arrastraba".

Enkidu accede, y la ramera le conduce ante Gilgamesh, que se convierte en su mejor amigo.

La ramera del templo es una parte aceptada de la sociedad; su función es honorable, de hecho ella es la escogida para civilizar al salvaje. Lo que aquí se asume es que la sexualidad es civilizadora, agradable a los dioses. La ramera hace «una tarea de mujer»; por lo tanto no se la aparta de las otras mujeres por su profesión. Posee un tipo de sabiduría con la que domestica al hombre salvaje. Él la sigue mientras le guía hacia la ciudad de la civilización.

Según otro de los fragmentos de Gilgamesh, publicado hace bien poco, Enkidu se lamenta más tarde de su entrada en la civilización. Maldice al cazador y a la harimtu por haberle alejado de su primitiva vida de libertad en la naturaleza. Realiza una elaborada imprecación contra la harimtu:
"... Voy a maldecirte con lo peor ...
no construirás una casa para tus libertinajes
no entrarás en la taberna de las jóvenes
....
Sean tu lecho lugares devastados
que la sombra de los muros de la ciudad sea tu caseta
las espinas y las zarzas despellejen tus pies
y que el borracho, y el ebrio también, te abofeteen las mejillas."
(C. J. Gadd, «Some Contributions to the Gilgamesh Epic>>, Iraq, vol. 28, parte II (otoño de 1966), cita de la p. 108.)

La naturaleza de la maldición nos dice que la harimtu con quien se unió Gilgamesh tenía una vida más fácil y mejor que la ramera que tiene su puesto bajo los muros de la ciudad y de la que abusan los clientes embriagados. Ello confirmaría la distinción que antes se ha trazado entre las mujeres que cumplen un servicio sexual sagrado y la prostituta comercial. Lo más probable es que esta diferencia ya existiera desde época anterior.

Es probable que la prostitución comercial descendiera en línea directa de la esclavización de mujeres y de la consolidación y formación de clases. Las conquistas militares llevaron, en el tercer milenio a.C., a la esclavitud y los abusos sexuales de las cautivas. Cuando la esclavitud pasó a ser una institución establecida, los propietarios de esclavos alquilaban a sus esclavas como prostitutas y algunos montaban burdeles comerciales con sus esclavas de personal. La facilidad con que se podía disponer de cautivas para un uso sexual privado y la necesidad que tenían monarcas y caudillos, con frecuencia usurpadores, de establecer su legitimidad exhibiendo su riqueza en forma de sirvientas y concubinas llevó a la creación de los harenes. Éstos, a su vez, se convirtieron en un símbolo de poder codiciado por los aristócratas, burócratas y hombres ricos.

Otro de los orígenes de las prostitutas comerciales era la depauperización de los agricultores y su progresiva dependencia de los créditos para sobrevivir a los períodos de carestía, que acabarían llevándoles a la esclavitud por deudas. Niños y niñas eran entregados como esclavos en fianza o vendidos «en adopción». Además de estas prácticas, la prostitución de las mujeres de la familia en beneficio del cabeza de familia pudo surgir fácilmente. Las mujeres acabarían siendo prostitutas pues sus padres tenían que venderlas como esclavas, o si no, lo hacían sus maridos empobrecidos. O ellas mismas podían afltoemplearse como última alternativa a la esclavitud. Con suerte, podrían ascender en esta profesión hasta llegar al grado de concubinas. A mediados del segundo milenio a.C. Ia prostitución estaba firmemente establecida como úna ocupación posible para las hijas de los pobres.

Cuando la regulación de la sexualidad de las mujeres de las clases propietarias quedó firmemente fijada, la virginidad de las hijas se convirtió en una baza económica para su familia. De esta manera, se empezó a ver la prostitución comercial como un menester social para satisfacer las necesidades sexuales de los hombres. El problema era cómo distinguir claramente entre mujeres respetables y no respetables. Quizás otro de los problemas que requería una solución era el de desalentar a los hombres a unirse socialmente con las mujeres que ahora se consideraba «no respetables». Ambos propósitos se lograron con la promulgación del artículo 40 de las LMA”.


SACERDOCIO FEMENINO Y PROSTITUCIÓN CULTUAL
L. A. Ruiz Cabrero

No existen noticias a cerca de la función que podría tener la sacerdotisa igisîtu, únicamente la referencia a ser tabú sexualmente; sin embargo, el conocimiento de los otros tipos de sacerdotisa se puede discernir mucho mejor.

La sacerdotisa êntum (sumerio nin.dingir, esposa del dios) participaba en el rito hierogámico, cuya finalidad era la tranferencia del poder fértil de la diosa al rey representante de la comunidad y por tanto garante de su fertilidad (Renger, 1972-1975). La fertilidad era algo sagrado y el cuidado de los dioses exigía la prestación de servicios sexuales, por ello desde la aparición de las estructuras templares en Sumer, los templos ofrecían servicios sexuales en pro de la fecundidad de la tierra. Un himno de ca. 2300 La exaltación de Inanna se refiere a esta diosa como: "A la hieródula, a la Señora "llena-de-espanto" de los Anunna" (Lara Peinado, 1988*, pág. 34, verso 7); "La grandeza de la hieródula del cielo" (Ibidem, pág. 35, verso 15); "¡Tú eres la hieródula nacida con el cielo y la tierra!" (Ibidem, pág. 45, verso 216).

Inanna o Ishtar tenía como suma sacerdotisa (êntum) a las hijas de reyes y gobernantes equiparadas al sumo sacerdote (shangu). "Llevaban como ropajes característicos, un bonete con el bode levantado, prendas de vestir plegadas, joyas y un báculo -la misma insignia e indumentaria que llevaban los gobernantes-. Vivían en el área sagrada, realizaba los ritos y las ceremonias, y generalmente eran solteras" (Lerner, 1990, pág. 197), aunque podían contraer matrimonio pero no tener hijos. A esta sacerdotisa le estaba permitido vivir fuera del claustro, pero tenía absolutamente pohibida su comercialización fuera del ámbito templar:

"Si una mujer nadîtum o una mujer êntum que no vive en el claustro ha abierto una taberna o entra allí para (tomar) cerveza, esa mujer será quemada" (Lara Peinado, 1986, pág. 20, CH 110).

Su reputación era equiparable a la de una mujer casada estando salvaguardada de los ataques sociales:

"Si un señor señaló con el dedo a una mujer êntum o a la esposa de (otro) señor sin aportar pruebas, flagerarán a tal persona en presencia de los jueces y le rasurarán una parte (de su pelo)" (Ibidem, pág. 22, CH 127).

Cuando entraba al servicio de un templo, su padre debía de entregarle una dote, que tras su fallecimiento volvía al núcleo patriarcal:

"(A) Si una mujer êntum, una mujer nadîtum o una mujer zikrum, a la que su padre le entregó una dote (y) la escribió una tablilla, (si) sobre la tablilla que escribió no estipuló que ella podría dar su herencia a quien le pareciera y no le dió (por ello) plena satisfacción, después que el padre haya muerto, sus hermanos tomarán su campo y su huerto (de ella) a cambio de entregarle cereales, aceite y vestidos proporcionalmente a(l valor de) su parte, cuidando así de su holgura./(B) Si sus hermanos no le han entregado cereales, aceite y vestidos proporcionalmente a(l valor de) su parte y no han cuidado de su holgura, ella puede entregar su campo y su huerto al arrendatario que le plazca y su arrendatario la mantendrá. Del campo, del huerto y de todo lo que su padre le haya asinado por escrito conservará el usufructo mientras viva; no podrá ella venderlos, tampoco podrá tomar a otro (como heredero): su herencia revertirá (exclusivamente) a sus hermanos" (Ibidem, págs. 30-31, CH 178).

Aunque por condición explícita del padre podía dejar su herencia a quien quisiera estipular:

"Si una mujer êntum, una mujer nadîtum o una mujer zirkrum, a la que su padre le entregó una dote (y) la escribió en una tablilla, (si) sobre la tablilla que escribió estipuló que ella podría dar su herencia a quien le pareciera bien, y le dió (por ello) plena satisfacción, después que el padre haya muerto podrá dar su herencia a quien le plazca; sus hermanos no podrán reclamar contra ella" (Ibidem, pág, 31, CH 179).

Una función similar representa la devadâsîs del templo de Jagannâtha "who, laden with precious ornaments, dance and sing twice daily in the temple are the visible signs of the goddess's wealth. Their sexual activity as courtesans links them to well-being, since erotic pleasure is considered one of the foremost expressions of that state. They represent the auspiciousness of the married state and embody the active sexuality of the non-widowed wife" (Apffel Marglin, 1987, pág. 309).

Respecto a la figura de la ugbabtu las noticias en la llanura aluvial son escasas, ella "had an official who looked after their affairs, the steward (ugula/waklum) of the ugbabtu's" (Harris, 1972-1975, pág. 393). En los textos asirios aparece mencionada como gubabtu, y en Mari era la sacerdotisa de más elevado rango: un texto menciona como un monarca da intrucciones a su esposa para que seleccione de entre las cautivas de la ciudad-Estado de Mari a las mujeres para su harén personal:

"Entre ellas hay algunas sacerdotisas ugbabtum. Elige a éstas y asigna a aquéllas (es decir, a las otras) a la casa de las tejedoras..." (Lerner, 1990, pág. 114).

Mayor transcendencia tiene la sacerdotisa nadîtu (sumerio lukur) cuya actividad se ve reforzada en época de Hammurabi. Su propio nombre, mujer barbecho, indica la imposibilidad de tener hijos aunque no relaciones sexuales. Los métodos anticonceptivos a su disposición (y a la disposición de cualquier mujer de la llanura mesopotámica) consistían en "las piedras para no concebir" o la sodomía: una sacerdotisa, decía un texto oracular, "practicará la sodomía para no quedar encinta" (Glassner, 1988, pág. 123). No obstante, la sodomía no era una relación del todo bien vista ya que no tenía una finalidad productiva:

"Si un hombre le dice con frecuencia a su mujer: "ofréceme tu ano", ese hombre estará sano, (¿tendrá?) errección, pero tras su cópula y su comida no estará bien" (Pangas, 1988, CT 44).

Estas mujeres procedían de las capas altas de la sociedad y entraban al claustro en edad temprana, siendo más fácil su introducción por medio de un familiar femenino por línea paterna que ya estuviera en el claustro. Se tiene constancia de este tipo de sacerdotisas en Kish bajo el dios Zababa, en Dur-Rimush (Ishcâti) y Sippar bajo el dios Shamash, y en Nippur bajo el dios Ninurta, aparte de aquéllas bajo el dios Marduk en la ciudad de Babilonia. "A girl entered the cloister on reaching nubility, and lived there until her dead when she was probably buried in the gagûm cementery. The girl might be initiated on the festival of her god. In Sippar* this took place on the three day Shamash festival, sebût shattim, at which time the "rope of Shamash" was place on her arm; thereby she became the "daughter-in-law" of Shamash. She might also assume a new name denoting her special relationship to Shamash or to his consort, the goddess Aja. On the second day of this festival the deceased nadîtu's were remembered (ûm shîmâtim), for they had had no children to fulfill the duties to the dead" (Harris, 1972-1975, pág. 392).

Su actuación religiosa es desconocida y las noticias sobre la misma indican su actividad reducida a "to ride offerings (piqittu) of flour, meat, and beer for various annual festivals of Shamash" (Ibidem, pág. 392). Podía no vivir en el claustro pero guardando su respetabilidad (Lara Peinado, 1986, pág. 20, CH 110), y en ciertos momentos religiosos debía volver al claustro de ahí la referencias a la "silla claustral" (Harris, 1972-1975, pág. 393). Al no estar expuesta al riesgo del parto, puesto que no podía tener hijos, y vivir en claustro (sumerio gâ.gi4.a/akadio gagûm) retirada de la sociedad urbana plagada de epidemias periódicas, su vida debía tener una mayor duración. Podía contraer matrimonio y, a fin de asegurar su descendencia, podía recurrir a la adopción o bien ofrecer a su marido una sacerdotisa de rango menor (shugetum), que por lo general es su sirvienta (Lara Peinado, 1986, pág. 25, CH 144-146). Este proceso tiene un paralelo bíblico un tanto especial en la estirilidad de Sarai, fruto de Yahveh, que entrega a su esclava Agar a Abraham con el fin de tener descendencia (Gn. 16, 2).

Su función era meramente económica concretada en la no disgregación del patrimonio familiar, y el usufructo de éste llenaría las arcas de los templos. Así puede realizar operaciones mercantiles:

"Una mujer nadîtum, un mercader o (cualquier) otro feudatario puede vender su campo, su huerto o su casa; el comprador se obliga a cumplir los servicios feudales del campo, huerto o casa que haya comprado" (Lara Peinado, 1986, pág. 12, CH 40).

Debía recibir una parte de la herencia paterna o bien una dote a su entrada al templo como fortuna personal, pudiendo llegar a un tercio, y en el caso de la nadîtum consagrada al dios Marduk incluso elegir libremente su heredero. Si la herencia no era efectiva, debía ser mantenida con el patrimonio familiar. La fortuna, cuando fallecía, volvía al seno familiar excepto en aquellos casos en los que el padre daba libertad a su hija para escoger un heredero (Ibidem, págs. 30-31, CH 178-182).

En época de Zimri-lim "dos de las hijas del monarca fueron sacerdotisas nadîtum, una de ella consagrada al dios Shamash y su consorte Aja en Sippar. Como todas aquellas sacerdotisas, había llevado una dote al templo y su familia continuaba manteniéndola. (...) En el caso de Erishti-Aja, vivía enclaustrada y no le gustaba. (...) Sus cartas son lastimeras: "Ahora la(s) hija(s) de nuestra casa... están recibiendo sus raciones de grano, ropas y buena cerveza. Pero pese a que soy la única mujer que ora por vos, a mi no se me dan provisiones" (Lerner, 1990, págs. 117-118). Este tipo de quejas estarían en conexión con la negativa de la sacerdotisa a vivir enclaustrada y no participar de las comodidades del palacio.

La qadishtum (sumerio nin.gig) era una sirvienta del templo de rango inferior. Su nombre aparece en los textos junto a la kulmashitum. Sus derechos hereditatios son recogidos en el artículo 181 del Código de Hammurabi junto al de otras sacerdotisas. Seguramente vivían fuera del claustro y se casaran después de pasar un cierto tiempo al servicio del templo. No era extraño que fueran nodrizas asalariadas y, por consiguiente, pudieran tener hijos; si fuera así, entonces el que la gente adinerada las empleara como ama de cría indicaría que su papel social no era tenido en cuenta. Podían, igualmente, haber sido prostitutas mientras estaban al servicio del templo (Lerner, 1990, pág. 201). Hay textos que las asimilan a las ishtaritum (encarnaciones de la diosa Ishtar) que actuaban como concubinas de los reyes y sacerdotes.

Dentro de esta situación no es de extrañar que los sacerdotes con el propósito de enriquecer los bienes del templo hayan "alentado o permitido usar las esclavas y las sirvientas de bajo rango como prostitutas comerciales" (Ibidem, pág. 203). La esclavitud femenina en los templos era evidente, dos textos administrativos, escritos con 5 meses de diferencia, durante el reinado de Bur-sin describen a 197 mujeres y niños en cautividad. "En el primero, se distribuyen raciones para 121 mujeres (46 figuran como muertas) y para 28 niños, de los cuales sólo 5 están vivos. De las 121 mujeres vivas, se indica que 23 estaban enfermas. En el segundo texto figuran como supervivientes 49 mujeres y 10 niños a los que se les reparte raciones de harina y cerveza. De las 24 mujeres enfermas apuntadas en la primera lista, sólo 5 constan en la segunda, lo que sugiere la posibilidad de que estas 5 fueran las únicas en superar la enfermedad" (Ibidem, pág. 131).

Este número desproporcionado de mujeres no puede deberse a una dura condición de su cautividad en el templo, aunque haya noticias de que 113 mujeres y 59 niños cautivos en el templo de Umma se utilizaron para la construcción del palacio de Bur-sin. Seguramente, y con toda probabilidad, fueran presa de enfermedades debido a su contacto con la sociedad urbana de corte masculina, o fueran vendidas para obtener un beneficio aunque se desconocen textos económicos al respecto. Mayor es la diferencia entre el número de mujeres y de niños, en las listas del templo de Ban en Lagash durante los 6 primeros años del reinado de Urukagina (ca. 2350), que se reduce a la mitad de criaturas que de mujeres (ratio similar para los otros cuatro templos de Lagash (Lerner, 1990, pág. 122), lo que induce a pensar en que las mismas mujeres en esclavitud se libraban de estos hijos no deseados, concebidos de una manera no muy digna. En Israel y Judá ningún hijo de una mujer que haya estado bajo esclavitud podía llegar a ser sacerdote de la religión de Yahveh.

La prostitución cúltica también incluía la presencia de hieródulos en el mismo sentido de fertilidad. El travestismo es mencionado en el mundo hebreo: "La mujer no llevará ropa de hombre ni el hombre se pondrá vestidos de mujer, porque el que hace esto es una abominación para Yahveh tu Dios" (DT. 22, 5), y en la India los hijras, cantan y bailan en las casas donde un niño ha nacido deseando a él y su familia fertilidad, prosperidad y salud, e incluso sus mitos se relacionan con la producción de lluvia (Apffel Marglin, 1987, pág. 311).

Una última clase de sacerdocio femenino, la figura de la sal-zikrum [mujer-varón] (Lara Peinado, 1986, págs. 30-33, CH 178-180, 187 y 192-193), renunciaría a su vida sexual para ejercer una función propia de guardia del harén de un palacio o templo.

La prostituta cultual encarna la abundancia y el refinamiento, representa la cultura humana, no es ilógica la actuación civilizadora de la ramera frente a Enkidu en el Poema de Gilgamesh, llevando el bienestar a los habitantes de Uruk (Lara Peinado, 1988, pág. 19, I v versos 16-29). Esta misma actuación civilizadora se reitera en el mito de Rsysrnga quien "grows up in his father's forest hermitage, eating berries and roots and never seeing other human beings. In a neighboring kingdom, a terrible drought plagues the realm because of the misconduct of the king. The king is advised that the only way to save the inhabitants from starvation is to bring Rsysrnga into the city. Only the city courtesans are able to do this. One of them cleverly seduces the horned forest dweller, introducing him not only to erotic pleasure but to cooked food, clothes, and other refinements of city life. When she had Rsyrnga enter the city, rain pours from the sky, to the great joy of the people" (Apffel Marglin, 1987, pág. 310).

La prostitución cúltica también tenía lugar en el templo de Jerusalén, por medio de los sacerdotes qodesh y las sacerdotisas qedushah, la actividad sexual religiosa significaba para el monoteismo yahvístico la vuelta a los falsos dioses (Os. 2, 7 y 4, 15; Jer. 2, 20; 3, 6 y 3, 8; Ez. 16, 5; 23, 3 y 23, 19; Is. 57, 3). Su desaparición significó el triunfo del monoteismo (Brooks, 1977).

La respetabilidad de las prostitutas del templo (Lara Peinado, 1986, pág. 22, CH 127) pierde credibilidad en la sociedad asiria donde un orden jerárquico del sexo femenino pone "arriba del todo, la señora casada o su hija soltera; por debajo de ellas, pero aún considerada entre las respetables, la concubina casada, tanto si ha nacido libre o esclava como si es una prostituta del templo; abajo del todo, claramente etiquetadas como no respetables, la prostituta soltera del templo, la ramera y la esclava" (Lerner, 1990, pág. 212).

El poema Enuma ilû awîlu deja expuesto que el control de la población pasa de ser un factor natural a una cuestión propia de los hombres bajo el orden impuesto por los dioses; esta situación puede reflejar una preocupación de los centros productores mesopotámicos ante el crecimiento de sus recintos urbanos.