R. Díaz Maderuelo - J. M. García Campillo - C. G. Wagner - L. A. Ruiz Cabrero - V. Peña Romo - P. González Gutiérrez

El sacrificio Molk: explicación y propuesta

Carlos G. Wagner

Por una serie de razones, de índole metodológica unas, de enfoque e interpretación las otras, creemos que la hipótesis funeraria en torno al molk y los tofets ha de rechazarse. No nos sirve para conocer más ni mejor a los fenicios y a los restantes pueblos del Mediterráneo que convivieron con ellos, sino, y en todo caso, para tranquilizar nuestras conciencias y no forzar nuestra mentalidad moderna, lo que no significa que sus defensores deban renunciar a ella, pero si hallar nuevas bases en que sustentarla. Los argumentos en su contra no son estrictamente religiosos, sino más bien de índole social, cultural y demográfica. Como se ha dicho: "Historical and sociological data from elsewhere in the ancient world suggest that Phoenician infant sacrifice was not simply a religous rite but a mechanism of population control; Animal substitution became less fequent with the increase of the Carthaginian population" (Clifford, 1990: 279)

Estimando muy improbable que los tofets sean realmente necopolis infantiles, el sacrificio molk aparece, a la luz de los testimonios procedentes de los distintos hallazgos, como un rito habitual e individualizado (Stager y Wolf, 1984: 44; Benichou-Safar, 1988: 63) en el que, al menos en los casos mejor conocidos de Cartago (Stager, 1982: 159 y 162) y Tharros (Fedele y Foster, 1988: 33) 1a existencia de sustituciones por víctimas animales, que son detectadas por el análisis de los restos que contienen las urnas y por la fórmula epigráfica mlk mr, es mayor en los estratos mas antiguos y menor en los mas recientes. Esto, junto a la amplia distribución geográfica, y la larga pervivencia del molk en el tiempo puede entenderse como el resultado de la flexibilidad que la ritualización brindaba para posibilitar diversas formas de instrumentalizar tales sacrificios infantiles, ya que por ritualización no hay que entender obligatoriedad. Así, sí la presión demográfica y las tensiones reproductivas parecen haber constituido los factores de fondo a lo largo de todos estos procesos, la regulación ha podido ser dirigida, gracias a la capacidad manipuladora de las élites sacerdotales, hacia objetivos diversos en según que coyunturas, que sitios y que épocas.

El intanticidio ritualizado en el mundo fenicio púnico.
En las ciudades orientales fenicias las condiciones ecológicas, demográficas y económico-sociales que hicieron pausible el molk como una forma de infanticidio ritualizado no fueron posteriores al siglo X a.C. Se concretaron entonces, sino antes, en un grave deterioro ambiental producido por deforestación combinada (pastoreo y aprovechamiento de los recursos forestales) e intensificación de la producción agrícola; en un progresivo crecimiento de la población y la pérdida de acceso a las tierras fértiles del interior, ante la presencia de nuevas poblaciones, como los israelitas y los arameos; en fin, en una insuficiencia de autoabastecimiento agrícola que forzó a los fenicios a buscar alimentos en los paises de su entorno y a diversificar, al mismo tiempo, su producción manufacturera y los elementos de su comercio, incentivando también su temprana expansión mediterránea (Wagner, 1991: 412 ss).

Todo ello no quiere decir que la necesidad de recurrir al infanticidio en ambiente cultural cananeo-fenicio no haya podido incluso ser anterior a la mencionada fecha. Precisamente se ha detectado un incremento de la población que originó presión demográfica y acentuó la deforestación, más al sur, en Israel, desde comienzos de la Edad del Hierro (Stager, 1985: 4 ss). Presumiblemente la situación afectaría a una zona más amplia. Lo cierto es que la evidencia procedente de contextos previos suficientemente bien conocidos, como Ugarit, parece negativa, o al menos dudosa en lo que al sacrificio molk se refiere (Xella, 1978: 128-9; 1985), pero su ausencia no representa, en nuestra opinión, una objeción grave, ya que la ritualización ha podido producirse posteriormente y como consecuencia de una más acusada y frecuente tendencia al infanticidio bajo una mayor presión demográfica y más fuertes tensiones reproductivas, motivadas por unas condiciones ecológicas, demográficas, políticas, y económico-sociales cada vez más desfavorables (Angel, 1972: 99).

La existencia de rituales destinados a provocar la lluvia y la fertilidad que preveían sacrificios humanos, entre los que no faltaban los niños y jóvenes, aún de forma esporádica, ha podido proporcionar el soporte ideológico necesario en que basar tal ritualización. Esto no se contradice con el carácter de dioses ctónicos y protectores de la fertilidad de Tanit y Baal Hamon. Si bien los textos de Ugarit no parecen apoyar esta hipótesis (Xella, 1988) el ambiente hebreo refleja una situación que sin duda tiene concomitancias con el mundo cananeo de su entorno (Day, 1985: 29 ss; Ruiz, 1993: 79 ss, cfr: Levenson, 1993).

La ritualización del infanticidio, bajo la forma de sacrificio molk, se produce en el marco del mismo proceso histórico que desencadena la expansión fenicia por el Mediterráneo, por lo que no es sino otro de sus aspectos. Esta ha sido explicada comunmente a partir de argumentaciones unicausales que ponen el énfasis en el comercio o la presión de Asiria. Ninguna de tales explicaciones resulta convincente, pues en un caso no se da razón de porque se produce precisamente entonces, y no antes ni después, el cambio que se detecta en el comercio fenicio a comienzos del primer milenio, y en el otro está claro que los comienzos de tal expansión son anteriores a la época de mayor presión asiria sobre las ciudades fenicias.

Que las explicaciones unicausales no resulten convincentes no debe motivar sorpresa. Las simplificaciones de los procesos históricos que encierran no suelen tener en cuenta la variedad de factores y la complejidad de relaciones intercausales que provocan aquellos, lo que no quiere decir que en un momento determinado no haya factores predominantes. Por eso son preferibles las explicaciones multicausales sobre los comienzos y desencadenantes de la expansión fenicia por el Mediterráneo. En ellas, junto a los factores de índole económica (reducción de territorio, déficit agrícola, comercio a larga distancia) o política (relaciones con Asiria) las razones demográficas, en forma de una sobrepoblación, han sido también tenidas en cuenta (Aubet, 1987: 54 ss, Wagner y Alvar, 1989: 67 ss). Por supuesto la sobrepoblación no fue el factor determinante en el desencadenamiento de la expansión, sino más bien la necesidad de transferir hacia Fenicia mediante el comercio lejano una fracción del excedente no conseguido localmente (Wagner, 1993: 14 ss), pero es un aspecto que hay que tener en cuenta para poder entenderla. Si no, la articulación entre los restantes factores que generan el proceso no se percibe claramente.

Significativamente el contexto histórico que produce el auge del molk entre los israelitas se encuentra también caracterizado, entre otras cosas, por una situación de sobrepoblación que se manifiesta incluso en el crecimiento urbano de Jerusalén, con un nuevo área de asentamiento sobre la "colina occidental", todo lo cual está apoyado por los hallazgos arqueológicos, y como consecuencia muy probable de la llegada de refugiados ocasionada por la guerra en el reino del norte (Ahlström, 1982: 78 ss: Lipinski, 1988: 160). La sobrepoblación también figura entre las causas que en Cartago ocasionaron un aumento de las deposiciones en el tofet junto con una disminución de los "sacrificios de sustitución" a partir del siglo IV a C. en contraste con el panorama típico de la época arcaica en el que las "sustituciones" son mucho más abundantes (Lancel, 1994: 233). Sin duda hubo otras razones, como también se ha apuntado, y las de tipo económico no debieron de ser menos importantes ya que la consolidación de la economía esclavista supuso, seguramente, un empeoramiento de las condiciones de vida para muchas familias (Wagner, 1992: 20, 1993a: 109).

Todo ello nos lleva a considerar que la sobrepoblación y la presión demográfica que origina no debe ser nunca entendida de una manera simplista o mecanicista, como parece que les ocurre a algunos de los partidarios de la hipótesis funeraria, sino en combinación con las realidades sociales y económicas. Es en el seno de unas relaciones sociales determinadas que la soprepoblación adquiere uno u otro sentido. Así las condiciones de la Cartago aristocrática arcaica no parecen haber sido las mismas que las de la ciudad oligárquica de los siglos siguientes, si bien no se trata sólo de una cuestión de tamaño y de recursos sino, como queda dicho, de relaciones sociales de producción. La estandarización de las urnas en el tofet y las inscripciones que muestran cortas genealogías y ocupaciones y oficios comunes, frente al predominio de los cargos públicos y de prestigio en el siglo más comunes en el VI a. C, es un claro indicio de la "democratización" de un rito que en tiempos anteriores parece haber involucrado principalmente a las grandes familias cartaginesas (Stager y Wolf, 1984: 47).

La tentación de establecer una hipótesis, que por lo demás concuerda con la información proporcionada por Diodoro, es casi irresistible. De acuerdo con ella, en época arcaica el infanticidio habría correspondido sobre todo a la aristocracia que de esta manera pretendía impedir, ante los exiguo de sus dominios territoriales, la disolución de su patrimonio. Las clases populares tendrían, por supuesto, acceso al tofet, que como se ha visto constituía un elemento importante en la vertebración de la comunidad ciudadana, pero, siendo en aquella época la población escasa o, en todo caso (Niemeyer, 1989) careciendo del problema de la sobrepoblación, lo hacían a través de los sacrificios sustitutorios, lo que no quiere decir que una familia de la élite no pudiera también ofrecer alguno en un momento dado.

Así, el sacrificio de niños pequeños, en realidad un infanticidio encubierto mediante ritualización, constituía en los primeros siglos de Cartago un rasgo propio de la aristocracia, que solo en un momento posterior, como consecuencia de la adquisición de dominios más extensos tras la conquista del territorio africano, de la introducción de la economía esclavista, de la sobrepoblación que se pretendía moderar así mismo mediante el envío de colonos a los asentamientos fenicios occidentales, como informa Aristóteles (Pol. 273b 19), del empobrecimiento en fín de un buen número de ciudadanos, llega a alcanzar a sectores sociales más amplios, perdiendo su carácter aristocrático originario. Ello explicaría la drástica disminución de las "sustituciones" que choca con la pretendida helenización de la ciudad (Lancel, 1994: 232), otro de tantos tópicos sobre la civilización fenicio-púnica (Wagner, 1986).

Todo esto que no quiere, ni mucho menos, decir que la situación de Cartago haya caracterizado también a otras ciudades fenicias en Oriente o en el Mediterráneo. Precisamente la ritualización explica que pudiera ocurrir lo contrario. Por paradójico que pudiera parecer, la ritualización y con ella los sacrificios de sustitución, pudieron aportar una mayor flexibilidad (Stager, 1980: 8 ss) en la práctica del molk como infanticidio encubierto, que bajo control sacerdotal se podía adecuar mejor a las condiciones de cada momento y de cada lugar, que en los casos de infanticidio efectuado en ámbito privado, de manera vergonzante y semiclandestina, o no reconocido como tal, como frecuentemente ocurría en el mundo greco-romano, hasta el punto de causar una despoblación de la que se lamentaban autores como Polibio. La pervivencia de los sacrificios molk en el Africa romana, según se desprende de la noticia de Tertuliano, ha podido muy bien conjugar el aspecto demográfico de tales infanticidios con una ideología de resistencia nacionalista frente a la agresión cultural impuesta por la dominación de Roma. Y el recurso a la sustitución era siempre posible cuando razones demográficas o socioeconómicas así lo aconsejaban (Lipinski 1988:158 y ss.). Ello explicaría que en determinados contextos, como Mote Sirai, en Cerdeña, el número de urnas depositadas en el tofet no avale la hipotesis funeraria. Las presiones demográficas y las tensiones reproductivas que conllevan, no eran seguramente las mismas en todos los sitios, ya que las tasas de fertilidad y mortalidad no constituyen tampoco factores estáticos.

Frente a la posible objeción de los extremadamente infrecuentes que resultan en la Antigüedad los infanticidios ritualizados, la ritualización del infanticidio entre los fenicios obedeció seguramente a la mayor capacidad de las autoridades públicas para inmiscuirse en la esfera familiar y limitar incluso la, en otras partes, casi absoluta autoridad patriarcal. Así ocurría en Oriente, donde las leyes babilónicas limitaban las prerrogativas del padre para castigar y desheredar a sus hijos y del marido para castigar a su esposa. Esto, que frecuentemente se ha interpretado como un rasgo humanizador de la legislación babilónica, no es sino, en realidad, muestra de la capacidad del poder público para regular las atribuciones del patriarca. Las leyes asirias igualmente prevén la participación de la autoridad pública en el castigo de una mujer que se provoque un aborto (LMA, 35), no dejando la cuestión, que se enfoca como un delito contra la propiedad patriarcal, al arbitrio del marido. Mientras que entre los griegos y romanos el infanticidio era propio del ámbito estrictamente doméstico y, por tanto responsabilidad exclusiva del padre, por lo que muchas veces permanecía en la sombra y por eso las noticias sobre él son escasas, en Oriente y probablemente también entre los fenicios tal responsabilidad se encontraba recortada y regulada por un poder público mucho más potente y capaz de ejercer el control social aún en el seno mismo de las familias.

El templo, que poseía el censo y por tanto la información pertinente para hacer los cálculos demográficos, era la institución responsable del infanticidio, por lo que este adoptó una cobertura religiosa, caso de los demonios Pazuzu y Lamashtu (Kilmer, 1972: 160 ss; cfr: Leychty, 1971), o se ritualizó convirtiéndose en un sacrificio de carácter no expiatorio, de acuerdo con los testimonios epigráficos, que constituía básicamente una ofrenda de solicitud o de agradecimiento a los dioses. Ello no implica necesariamente la ligazón con un santuario concreto y sus sacerdotes. Pero a diferencia de griegos y romanos, entre los fenicios, sin perder su carácter de decisión familiar, el infanticidio se traslada, por medio de la ritualización, a un espacio público en el que, pese al carácter individual y privado del rito que allí se celebra, se manifiesta también, mediante su misma existencia, la potestad de las autoridades ciudadanas. En realidad, citando las ya lejanas palabras del profesor Picard (1958: 152), los griegos y romanos reprocharon a los fenicios y púnicos encubrir mediante la ritualización del sacrificio algo que ellos mismo realizaban de manera vergonzante.