R. Díaz Maderuelo - J. M. García Campillo - C. G. Wagner - L. A. Ruiz Cabrero - V. Peña Romo - P. González Gutiérrez

Discusión sobre el tofet

Carlos G. Wagner

Un especial problema de interpretación plantean la presencia de deposiciones múltiples, lo que es aprovechado por los partidarios de la hipótesis de las necrópolis infantiles para sustentar sus puntos de vista. Por nuestra parte coincidimos con Suder (1991) en el rechazo de la interpretación que hace Stager (1982: 161 ss), -según la cual la diferencia de edad correspondería al intervalo intergenésico propio de sociedades que no practican la regulación de los nacimientos, correspondiendo los restos del niño de más edad a un sacrificio que remplazaba al del más pequeño que, tras haber sido ofrecido como ofrenda, había nacido muerto o fallecido prematuramente- aunque no por las razones demográficas que él arguye. La alta fertilidad, en la que influía también la temprana edad en que las mujeres accedían al matrimonio, compensaba por término medio el elevado porcentaje de mortalidad infantil por causas "naturales". Dos o tres muertes en el seno de una misma familia no la condenaban por tanto a desaparecer, sobre todo si pensamos que la práctica del molk como infanticidio ritualizado excluía muy probablemente otras formas alternativas de regular en número de nacimientos y de hijos, como el aborto o el abandono.

Por ello mismo la práctica del infanticidio ritualizado en el tofet bajo la forma del molk no tenía por qué conducir a Cartago hacia la despoblación, al contrario de lo que piensa Suder (1991: p. 408) y otros. Es sobre todo la lógica del infanticidio la que nos mueve a rechazar la interpretación de Stager, ya que por lo común las víctimas de cualquier conducta infanticida suelen ser casi siempre niños de muy corta edad. Además, conviene señalar que cuando las urnas contienen los restos incinerados de más de una pequeña víctima se da siempre el mismo esquema: a) el porcentaje de este tipo de hallazgos es sensiblemente inferior al de aquellos que sólo contienen restos de una única incineración (25% en Cartago y sólo un 1% en Tharros, aunque en este ultimo caso el muestreo es menor); b) una de las víctimas incinerada es un niño de poca edad (un año o menos) o incluso un neonato, mientras que los restantes corresponden a edades claramente superiores (entre dos y cuatro años); c) los restos de una de las víctimas están bien representados, mientras que los restantes lo están por uno o dos fragmentos de huesos.

Cabría esperar de todo ello la incidencia de un factor aleatorio durante la recogida de los restos de la incineración (Benichou-Safar, 1988: 63), luego depositados en las urnas, con lo que no habría que pensar necesariamente en la muerte simultánea (provocada o natural) de más de un niño en el seno de una misma familia. Sobre todo si consideramos que los restos que se han preservado sugieren un esfuerzo muy preciso para recogerlos y depositarlos dentro de una urna (Stager, 1980: 4). Si esto es así, ¿como se explica entonces que uno de los individuos, en el caso de las deposiciones múltiples esté frecuentemente tan mal representado?. A este particular, la evidencia epigráfica procedente de Motia no demuestra la existencia de ofrendas múltiples en el desarrollo de una misma ceremonia, pese a que alguna inscripción aluda a la posibilidad de realizar más de una ofrenda por los miembros de una misma familia, y subraya igualmente el carácter no colectivo del rito (Amadasi Guzzo, 1986: 199 y 204 ss). Por supuesto, queda pendiente la cuestión de los niños de más edad sacrificados cuyos restos aparecen en el tofet y que, como he dicho, no parecen responder a la lógica del infanticidio.

Otro de los principales problemas que afecta a la investigación arqueológica de los tofets es el de su ausencia en Oriente. En un breve nota, comentando la publicación de los recientes materiales descubiertos en Tiro, Moscati (1993) cree poder proporcionar argumentos resolutivos y, en sus propias palabras, "incontrovertibles" para negar el carácter de tofet al contexto del cual proceden los hallazgos. Se basa para ello en el examen no hosteológico realizado por dos especialistas (Conheeney y Pipe, 1991) de los escasos fragmentos de huesos que pudieron ser rescatados al estar adheridos, dadas las circunstancias de su conservación, al fondo y las paredes de tan sólo tres urnas, para lo que cree conveniente utilizar las propias opiniones de éstos sobre la posible edad asignable a alguno de los fragmentos (14 años), así como a que el tamaño de los fragmentos conservados no parece poder atribuirlos a niños de corta edad: "Ma se e cosi, viene meno la condizione essenziale per parlare di un tofet, cioè la presenza di ossa di bambini; e tra la tante osservazioni che si potrebbero fare, basta questa a rimuovere del tutto l`ípotesi, almeno fino a quando la situazione delle conoscenze non muti; ma se anche mutasse, le ossa di adulti resterebbero uno sbarramento insuperabile, perché sta nella presenza di ossa di bambini, e solo di bambini, la natura intrinseca del tofet " (Moscati, 1993: 150). No obstante, dejando a un lado lo reducido de la muestra, el que el tamaño de los fragmentos de huesos conservados no parezca poder corresponder, a primera vista, a restos de niños pequeños tampoco implica su asignación automática a individuos adultos.

Por otra parte, los restos de niños de mayor de edad (7-16 años), aunque por supuesto no son predominantes, no son del todo desconocidos en los tofets del Mediterráneo, como ocurre, por ejemplo, en Sicilia (Ribichini y Xella, 1994: 81). Estando totalmente de acuerdo en que los vestigios procedentes de Tiro no prueban de manera definitiva la existencia de un tofet en esta ciudad de Fenicia, opinamos que la negación rotunda de tal posibilidad, dadas las circunstancias del hallazgo y lo recuperado de las excavaciones clandestinas, parece obedecer más a una posición previamente mantenida que a una interpretación no inducida del carácter de los datos recuperados. Así, algunos otros investigadores se muestran más cautos y menos terminantes a la hora de exponer sus opiniones, aunque apuntando también al contexto funerario, lo que no siempre les libra de argumentar de una forma no muy convincente. Bartolini (1993), por ejemplo, señala que alguno de los tipos de vasos aparecidos en Tiro, como las cráteras, están siempre atestiguados en Fenicia en un ambiente funerario (p. 154), -lo que difícilmente podría ser de otra forma ya que no se conocen tofets en la zona-, mientras que en el ámbito colonial son característicos de los tofets, aunque también aparecen en algunas tumbas de adultos, y más raramente en un contexto de habitat, lo que le permite concluir que ¡"nulla autoriza ad atribuirle una precisa connotazione e tanto meno quella di vaso contenitore destinato in modo specifico ad un tofet"!, seguramente a fín de reforzar la evidencia proporcionada por los otros dos tipos de recipientes de carácter ritual, exclusivos, estos si, de los contextos funerarios.

A pesar de su intento por convencernos parece bastante evidente que se trata de una evidencia de tipo "mixto". Bastante parecido a lo que ocurre con las estelas de las que Amadasi Guzo (1993) observa que: "Le formule attestate a Tiro, nel loro complesso, non appaiono perciò chiaramente ne come votive, né como fuerarie" (p. 160) aunque más adelante añade: "Perciò l´única iscrizione con un formulario caratteristico appare come funeraria, mentre l´unica interpretata como dedicatoria non può ser tale. Tutto el grupo -se autentico- perciò dovrebbe interpretarsi come funerario, in acordo con quanto già osservato da S. Moscati" (p. 162). De acuerdo con Garbini (1993: 4) :"L´ipotesi sostenuta dagli editore del materiale di Tiro, che si tratti di stele provinienti da un tofet a causa della forte analogia esistente tra la stele di Tiro e quelle dei tofet punici, sul plano epigrafico urta contro la difficoltà della totale mancanza, nelle prime, di qualsiasi elemento che le possa far qualificare come votive; nessuna formula dedicatoria, nessun nome di divinità...Il semplice nome di una persona è invece normale sulle epigrafi funerarie. Il fatto che le stele di Tiro siano tipologicamente identiche a quelle che si incontrano nei tofet dimostra soltanto l`intimo rapporto che unisce l`ideologie funeraria e quella relativa al sacrificio dei bambini, ideologie che trovano il loro punto di incontro nella pratica della cremazione, cioè del passaggio attraverso il fuoco".

Sin duda alguna tales observaciones resultan interesantes, pero plantean, así mismo, algún interrogante, ya que ¿como es entonces que el rito predominante en muchas de las necrópolis fenicias arcaicas del ámbito colonial, allí donde surgen en fecha temprana los tofets, como ocurre en la misma Cartago, no sea el de la incineración sino, por el contrario, el de la inhumación (Lancel, 1994: 57 ss) no imponiéndose aquella hasta mucho más tarde?. ¿Por qué los niños que aparecen en las necrópolis, puesto que si aparecen, se inhuman en vez de incinerarse?. Por otra parte, estelas que sólo presentan como toda inscripción un nombre propio, abreviado o seguido del patronímico, han aparecido también, aunque en una proporción ciertamente muy reducida frente al resto de las fórmulas epigráficas, en algunos tofets. Tal ocurre en Motia (Amadasi Guzzo, 1984: 195 y 198) y en la misma Cartago (Mazza, 1977: 134), lo que no hace tan segura su adscripción a un ambiente funerario.

La ausencia de vestigios arqueológicos de tofets en Oriente, al menos en el estricto sentido que los conocemos en el ámbito colonial mediterráneo, guarda mucha semejanza con lo que ocurre en la Península Ibérica y Baleares. En ambos casos se trata no de un problema histórico o cultural, sino arqueológico (Wagner, 1993: 116 ss, 1994) aunque motivado por circunstancias distintas en cada caso. Tanto allí como aquí la continuidad estricta de habitat en las ciudades habitadas por los fenicios desde la Antigüedad hasta nuestros días ha impedido los descubrimientos que se han producido, en cambio, en otros lugares del Mediterráneo donde tal circunstancia no se ha dado, pese a lo cual Moscati (1991: 106 y 111) sigue considerando extraña la ausencia de hallazgos de estelas. Esta ausencia es, sin embargo, similar a la del restante material epigráfico escasamente documentado por el momento (Röllig, 1986: 52 ss). Ello hace que no pueda ser atribuible únicamente a la problemática concreta del tofet, que es entendida como resultado de una "innovación precoz" que se produce en Cartago para irradiar a sus colonias (Moscati, 1991: 112), con lo que su ausencia en tierras de la Península Ibérica podría constituir un hecho que la vincula más directamente con Fenicia que con el Mediterráneo central, sino, por el contrario, a un problema de documentación. A ello hay que añadir la problemática compleja que suscitan la presencia de inhumaciones violentas de niños y jóvenes en la zona de Gadir y Bajo Guadalquivir y que, bien diferentes a las incineraciones propias de los tofets mediterráneos, pueden vincularse en cambio ritualmente al tipo de muerte por quebrantamiento del craneo con una maza observado en algunos lugares de Oriente, como Ugarit (Corzo, 1983: 21 ss) y tal vez a la alusión de Cicerón (Pro Balbo, 43) sobre las bárbaras costumbres de las gentes de Gades (Lipinski, 1988-1990: 248).